D. Josep Mª Bricall Masip
Presidente de la Conferencia de Rectores Europeos (CRE).
El autor analiza el cambio que la enseñanza superior está experimentando en el conjunto de los países de la OCDE - una parte cada vez más importante de la población termina sus estudios no en la educación primaria y obligatoria, no en la universitaria, sino en la secundaria superior- y apunta una serie de tendencias que van a influir de manera importante en el funcionamiento, organización y actividad de la Universidad - el crecimiento de los servicios intermedios, el estancamiento del gasto público y el final de la exclusividad -. Para afrontar esta nueva realidad, el autor defiende que la Universidad ha de vender su especificidad: creatividad, rigor, transmisión del conocimiento y progresión social, a través del mérito.
Querido Rector de la Universidad de Salamanca, querido Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, para mi es muy grato - y me atrevería a decir también que un poco arriesgado - dirigirme a todos ustedes.
En primer lugar quiero agradecer a la Conferencia de Rectores su amabilidad por acogerme una vez he dejado ya mis actividades como Rector en ejercicio - y nunca más adecuada la palabra ejercicio -. En segundo lugar me gustaría - y además diría con una cierta emoción - agradecer a todas las Universidades españolas, en particular a la CRUE y en especial a su Presidente y a su Secretario General, la colaboración y el apoyo que siempre han dado a la Conferencia de Rectores Europeos y la eficaz ayuda que nos han proporcionado en determinadas ocasiones.
Me veo obligado a no hablarles de la guerra de Argelia y he escogido como tema - no sé si les va a sorprender - el de la Universidad a finales de este milenio, a pesar de que uno debería estar siempre dispuesto a renunciar a hablarles del final del siglo porque se ha convertido en una costumbre inveterada durante estos últimos años.
Pero antes quería hacer un par de observaciones. Los hechos que voy a presentar e interpretar, sin duda, van a incidir en el desarrollo futuro de las Universidades, en la configuración distinta de unas y otras; pero que yo exponga estos hechos no significa que me sienta cómodo con ellos, simplemente estimo que debemos tenerlos en consideración. La segunda observación se refiere a lo que entendemos por "sistema universitario". En España, hablar del sistema universitario es hablar del sistema de educación superior pero éste no es el caso general, casi diría que el caso español es un caso excepcional en el sentido de ser una excepción respecto a la norma. Lo normal es que en la enseñanza superior existan dos grandes áreas, un área universitaria y un área no universitaria de enseñanza superior, mucho más orientada estrictamente - y digo estrictamente porque no quiero decir que esto no lo tenga la Universidad - a la formación profesional. Por tanto me referiré a la Universidad cuando en realidad debería referirme a la enseñanza superior, pero es indiscutible que las fronteras y los limites de la Universidad se encuentran en gran parte delimitados por la existencia o no de este sector no universitario en la enseñanza superior.
Durante estos últimos tiempos las Universidades han experimentado un cambio de cierta importancia en el papel que juegan en el conjunto del sistema de enseñanza. La Universidad, en principio, era el camino final de casi todos los estudios que se empezaban desde la enseñanza primaria. Posiblemente en la Edad Media - no estuvimos allí y por tanto tenemos todas las posibilidades de imaginar lo que queramos - había muy poca gente que sabía leer y escribir y los que sabían leer y escribir prácticamente debían ser de una categoría semejante a la del universitario. Por tanto podríamos decir que toda la enseñanza, desde las primeras letras, iba encaminada directamente a la formación universitaria, de manera que los ciudadanos de un país terminaban siendo analfabetos o universitarios. A partir de la Revolución Francesa se pone de relieve la importancia de la formación obligatoria y la educación obligatoria se implanta en los primeros años. De esta manera estudiar tiene ya dos salidas; una primera es salir siendo alfabeto - y algo más quizá, a medida que se va ampliando la enseñanza obligatoria - ó bien salir universitario. Entonces, el que cursaba la enseñanza secundaria - diríamos el bachillerato en un sentido muy amplio - era en gran parte alguien que finalmente quería acabar siendo universitario y, en consecuencia, el bachillerato de la enseñanza secundaria se podía considerar como el primer paso para alcanzar el grado universitario. De manera que la enseñanza secundaria era la preuniversitaria.
Recientemente, nos encontramos en una situación muy distinta, por lo menos entre los países de la OCDE. Una parte cada vez más importante de la población de un país termina sus estudios no en la educación primaria y obligatoria, todavía con un peso importante, no en la universitaria, sino en la secundaria superior. De manera que el porcentaje de ciudadanos activos que han hecho estudios de secundaria superior como terminales ha aumentado extraordinariamente en estos últimos años.
En estos momentos la cifra de personas activas que han dejado sus estudios en la enseñanza secundaria superior es de un 39%, en el conjunto de los países de la OCDE; por ejemplo en Austria es del 60%, en Alemania del 62%, en el Reino Unido es del 54%, y en Francia el 50%. Esto quiere decir que hay una tendencia, en los países más avanzados, para que la enseñanza secundaria superior sea la enseñanza terminal de una gran parte de los estudiantes de una sociedad. En el caso de España esta cifra es relativamente baja, 11% sólo. En cambio el porcentaje de títulos universitarios, en el conjunto de la población activa es prácticamente la media de los países de la OCDE.
¿Qué significa esto?. Que la enseñanza superior va tendiendo a ser, poco a poco, una enseñanza post-secundaria superior. Por la propia naturaleza de las cosas se sitúa en la fase final de un proceso que tiene su propia entidad en el sector superior secundario.
Este cambio al que asistimos tiene diferentes explicaciones; la primera es el crecimiento de los servicios intermedios en la economía y en la sociedad. Las empresas continuamente están haciendo uso de otras entidades para temas de información, de telecomunicación, de organización, etc. Y estas entidades de servicios, a su vez, se encuentran organizadas como auténticas empresas.
En las Universidades nos encontraremos sometidos a estas mismas presiones, probablemente. Por un lado nos encontramos con nuevas demandas, una parte de las cuales se encuentran en el mismo proceso productivo. El Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas ha dicho que la parte importante de la demanda que se dirige a las Universidades es de formación profesional y de investigación. Esto significa, sin duda, que hay una nueva demanda de un sector productivo dirigido a la Universidad. Al mismo tiempo, y este es un segundo aspecto importante, se dan nuevas formas de ofrecer el servicio de enseñanza superior y de investigación. La Universidad está poco a poco pasando de ser una organización artesana a una auténtica organización industrial, estamos pasando de una Universidad centrada en el profesor y al mismo tiempo tiradora de papeles, a otra Universidad centrada en el estudiante, en su aprendizaje y al mismo tiempo utilizadora de medios electrónicos.
El crecimiento de los servicios intermedios va a influir sobre la organización y estructura, incluso sobre las funciones, de la propia Universidad.
La segunda tendencia es el estancamiento probable del gasto público. Esta es una tendencia general en todas nuestras sociedades, hablo de los países que forman parte de la OCDE y de los países que forman parte de la región de Europa en la UNESCO.
Este estancamiento probable del gasto público es relativamente fácil de obtener. Si comparamos el gasto público con respecto al Producto Interior Bruto, el porcentaje del gasto público era en 1913 del 11.7%; en 1929 era el 17.8% (hablo de los grandes países industriales, de los seis grandes países industriales); en 1938 era el 27.7%; en 1950 el 26.7% (hay un descenso porque es un periodo prebélico); en el año 1933 era el 37% y en 1987 era el 46%.
El crecimiento del gasto público
en el conjunto de la economía ha sido, por tanto, espectacular.
¿Podrá aumentar en el futuro? Quizás no, quizás
sí. En estos momentos es muy difícil que pueda aumentar mucho
más. ¿Por qué? Porque el crecimiento de la economía
se basa fundamentalmente en obtener un determinado tipo de beneficio y
en estos momentos la obtención de un tipo de beneficio suficiente
es casi la condición indispensable para el crecimiento económico.
Y es evidente que el nivel alcanzado por el tipo de beneficio puede quedar
afectado por un crecimiento de la presión fiscal. Yo no he inventado
esto, y además les digo que podría estar contrariado por
tal constatación, pero esta es la realidad y esta realidad, sin
duda, es la que debe inducirnos a tomar decisiones.
Las Universidades se encuentran amenazadas por la descapitalización. En Gran Bretaña, por ejemplo, las cifras que utiliza el propio informe Dearing son muy significativas. Durante 20 años el número de estudiantes universitarios, digo universitarios cuando me refiero a la enseñanza superior, se ha duplicado. El crecimiento del gasto que se ha dedicado a la enseñanza superior ha crecido un 45% en los últimos 20 años. Pero el gasto por estudiante universitario ha bajado un 40%. La amenaza de la descapitalización es evidente y clara, por las crecientes dificultades de obtener el ahorro necesario en los presupuestos universitarios.
Y esta amenaza de descapitalización es gravísima porque si de acuerdo con lo que hemos indicado en la tendencia anterior, las Universidades deben hacer una adaptación a las condiciones específicas en que se va a encontrar la enseñanza universitaria en el futuro, esto significa que estas Universidades deberán invertir, pero ¿cómo van a invertir ante la situación de dificultades de financiación presupuestaria?. Las Universidades van a verse obligadas a buscar formas de financiación adicionales por que es muy difícil que los estudiantes puedan hacer frente al costo de todo su funcionamiento.
¿Cuáles van a ser estas fórmulas adicionales?. ¿Fundaciones privadas, asociaciones de antiguos alumnos, apelación al crédito...? Hay, sin duda, una gran variedad. Y es más, la transformación de los estudios universitarios - la formación continuada va a tener un peso más elevado y en consecuencia va a reducirse el periodo de estudios de la enseñanza reglada - puede significar también el que se pueda hacer participar a los estudiantes de niveles superiores y de edades superiores ( si ya están incorporados al mercado de trabajo) en el coste en la Universidad.
La segunda característica pues, es el efecto del posible estancamiento del gasto público o por lo menos de los crecimientos moderados de gasto público.
La tercera característica que quería comentarles hoy es el tema del final de la exclusividad. Tanto en la vida social como en la económica y cultural los monopolios o privilegios están desapareciendo. En la actualidad es imposible defender que alguna empresa ó institución cultural puede tener la exclusividad en la obtención de un determinado servicio.
En la Universidad y en la enseñanza superior se dan las condiciones para que penetre también esta idea de pérdida de la exclusividad. En primer lugar hay nuevas demandas pero de tipos específicos de enseñanza: enseñanzas informales -una vez terminado el bachillerato-, enseñanzas adecuadas a una actividad o a un concepto concreto, enseñanzas continuadas, enseñanza post-actividad de las personas mayores - que de esta manera completan su formación -, enseñanzas a tiempo parcial mientras se está trabajando en la actividad productiva, etc. Todo esto es normal porque la gente que acude a la Universidad lo hace por motivos muy distintos. Hay una cifra que utilizo con frecuencia: en el año 1936, en mi Universidad de la ciudad de Barcelona, que como consecuencia de una situación especial fue la única Universidad autónoma durante la República, había 3.000 ó 4.000 estudiantes (era la única Universidad que existía en Cataluña y en Baleares). En estos momentos, el número de estudiantes en la Universidad asciende a 70.000 y no es la única institución universitaria que tiene Barcelona ni Cataluña. ¿Creen que estos 70.000 estudiantes van a la Universidad a pedir lo mismo que lo que pedían los 3.000 de 1936? Seguramente si preguntamos a aquellos 3.000 que nos digan porqué iban, nos encontraríamos que en la Universidad de Barcelona sólo 3.000 estudiantes, en la actualidad, piden lo mismo; los demás piden otras cosas. Y estas otras cosas son, muchas veces, derivaciones insatisfechas de demandas que ellos formularían de otra manera pero que la Universidad tradicionalmente formula de una sola manera, como se hacía años atrás.
Este tema es de una gran importancia porque significa que la demanda existe y la oferta está empezando a nacer por todas partes. Con los nuevos métodos de comunicación e información puestos a su servicio, las Universidades - y también las empresas con fines lucrativos - se están expansionando e invadiendo diferentes países. Otro factor facilita esta expansión, la aparición lenta pero decidida de una lingua franca entre las Universidades: el inglés.
Este fenómeno que estamos apreciando indica que algunas cosas fatalmente van a cambiar. Les pongo un ejemplo: un Rector de un antiguo Politécnico de Londres, ahora Universidad, me dijo un día que estaba preparando unos cursos de formación en empresas y que los vendía en los países del Este y agregó: "Y ten en cuenta que no lo hago por solidaridad, lo hago por presupuesto".
Todo esto indica que está apareciendo un tipo de espacio mucho más espontáneo de enseñanza superior; y si este espacio más espontáneo se encuentra presente en instituciones con efectos o con ánimos lucrativos, ¿no nos vamos a encontrar en el mercado de enseñanza superior?. No parece que estemos en ello pero las Universidades van a sentirse absolutamente metidas en este vendaval. A mi juicio, sería grave que no reaccionasen.
Es evidente que ignorar un hecho es el camino más adecuado para ser devorado por él. Pero también es cierto que las Universidades tienen ciertas características que yo creo que son interesantes, no para las Universidades - lo cual no tendría mucha importancia - sino para la sociedad. Y es aquí donde está el papel clave que nos aguarda a los universitarios durante los próximos años: saber vender bien nuestra especificidad. ¿Cuál es nuestra especificidad?. No intentaré buscar cosas absolutamente elitistas propias solamente de poca gente. Nuestra sociedad tiene necesidad no de élites sino de élites mayoritarias y como comprenderán ya no son élites.
En primer lugar está la idea de creatividad. Si yo digo que la investigación es importante para la sociedad todo el mundo está de acuerdo, pero estaríamos hablando de la investigación para poca gente, porque somos pocos investigadores finalmente en el conjunto de una sociedad. Si digo creatividad el concepto es mucho más amplio; es la capacidad por tanto de innovar, es la capacidad de repensar o de reflexionar sobre la realidad. La Universidad adiestra para la creatividad a través de la práctica, que es específica de la Universidad y no de la enseñanza superior, en general, que es la unión de la enseñanza y la investigación. Un profesor francés de un gran prestigio, Laurent Schwartz, ha dicho una frase que juzgo importante: "Difícilmente se obtiene la creatividad si por lo menos durante un tiempo no se practica la investigación!".
La segunda es el rigor. La enseñanza universitaria se ha caracterizado por evitar el autodidactismo. El autodidactismo es, entre otras cosas, una forma terrible de hacer el ridículo. Esta voluntad de rigor que la Universidad hace no significa que no lo puedan hacer otras entidades, lo que digo es que la Universidad lo hace casi a diario, sin darse cuenta. Y esto es decisivo porque solamente la Universidad tiene profesores basados en la investigación sistemática.
Un tercer elemento es el tema de la transmisión. La transmisión de la enseñanza universitaria que tiene elementos culturales decisivos para la renovación de la vida social y para la crítica de la vida social. Como ustedes saben, solamente las sociedades críticas son las sociedades que perviven (acuérdense de lo que ocurrió en el este de Europa). En consecuencia, yo creo que éste es otro elemento específico.
Si me permiten yo agregaré otro elemento: la progresión social a través del mérito. Me refiero a la idea según la cual la sociedad debe estar regida por el principio de que uno puede subir la escalera social a través del mérito y no por privilegios especiales. Esta idea arranca de una cierta tradición de la Universidad como elemento que permite la ascensión social - y el Estado de esta manera aprovecha las mejores calidades -. Esta es, sin duda, la aportación más importante de la Universidad napoleónica, la de crear un sistema de promoción por el mérito, de la misma manera que el interés de la Universidad prusiana era el de vincular la primera consideración que he puesto hace un momento, la unión de la enseñanza con la investigación.
Éstas son para mí distinciones específicas de la Universidad y todos nosotros somos responsables de que la Universidad pueda defender su especificidad y su aportación a la sociedad, no para que la Universidad perviva sino para que la sociedad pueda continuar como la conocemos ahora o, al menos, para que tengamos elementos para poder variarla, cambiarla o transformarla.
Esta especificidad de la Universidad plantea una tensión en la relación entre las diferentes Universidades.
La primera tensión es la competencia. Éste es un elemento muy importante y que empuja a las Universidades a la diferenciación - no todas las Universidades deben ser iguales ni todas las Universidades en su interior deben hacer lo mismo -. La Universidad que lo hace todo y que es autosuficiente es básicamente un asunto de la Historia. La Universidad debe escoger un área especial, en la que tiene un dominio más decisivo, no únicamente desde el punto de vista de las materias, quizás desde el punto de vista de su entorno. Algunas Universidades están dentro de un entorno absolutamente internacional: las americanas, inglesas, alemanas o francesas, son ciertamente Universidades al servicio de un entorno internacional; otras deben centrarse más en un entorno territorial, más reducido.
Éste es un aspecto en el que quería insistir, el de la competencia. Pero hay un segundo, que es el de la cooperación. Las Universidades tienen que trabajar con otras Universidades o con otros grupos. La Universidad puede rechazar la cooperación pero se va a encontrar con la presencia del mercado. En un artículo de The Economist, del pasado mes de octubre, dedicado a las Universidades se habla de un caso específico al que define como "sistema de producción de conocimiento distribuido socialmente". La idea es que ante ciertos objetivos de investigación que, como dice el mismo articulista, pueden ser básicos o aplicados - porque son a la vez básicos y aplicados -, existe una división de funciones entre las Universidades. No únicamente entre las Universidades sino también entre los laboratorios de empresas y, en ocasiones, entre institutos de investigación. Cada uno de los profesores realiza una actividad específica y concreta y se encuentra coordinado de forma espontánea además de asistido por las técnicas actuales. Este sistema es espontáneamente una cooperación entre Universidades, pero esta cooperación entre Universidades depende en que los líderes de las Universidades la organicen para lo cual, a su vez, es necesario que la Universidad decida dos cosas: ¿cuál es su papel en la división de trabajo con otras Universidades? Y, en segundo lugar y más importante, ¿cuál es la alianza estratégica de algunas Universidades con ciertas empresas para conseguir determinados objetivos?.
Finalmente querría decir lo
siguiente: las Universidades son las instituciones más antiguas
de Europa. Esto significa que las Universidades tienen tradiciones que
corresponden a periodos muy distintos. La autonomía es medieval.
Pero esta tradición tan antigua va unida a otras tradiciones que
han ido de alguna forma revistiendo nuestra Universidad de elementos imprescindibles
o, en todo caso, renovables. Sólo las instituciones que se adaptan
son capaces de resistir y creo que esta necesidad de adaptación
es decisiva para las Universidades, en los próximos años.